Deberías considerar acudir a terapia cuando sientas que algo te supera, te cuesta avanzar, o simplemente necesitas comprender mejor lo que estás viviendo. No es necesario esperar a estar «muy mal» para buscar apoyo psicológico. La terapia no es solo para momentos de crisis: también puede ayudarte a crecer personalmente, fortalecer tus relaciones, tomar decisiones importantes o conocerte más a fondo. Pedir ayuda es un acto de valentía, no de debilidad.
Se habla de lo que tú necesites. Puede tratarse de una situación concreta que te está afectando, una emoción difícil de manejar, un cambio vital, una pérdida, o incluso algo que no logras identificar del todo pero que te inquieta. En las sesiones tú marcas el ritmo y eliges qué compartir. El terapeuta te acompaña sin juzgar, te escucha activamente y, si lo deseas, puede ayudarte a explorar lo que sientes, cómo piensas y cómo afrontas las situaciones.
La duración del proceso terapéutico varía mucho según la persona y sus necesidades. Algunas personas encuentran alivio en unas pocas sesiones, mientras que otras prefieren un proceso más profundo y sostenido en el tiempo. No hay una respuesta única. Lo importante es que se construya un espacio seguro y flexible, en el que puedas avanzar a tu propio ritmo, sin presiones. La frecuencia y duración se acuerdan en conjunto con tu terapeuta.
Es completamente normal sentir incomodidad o incertidumbre en las primeras sesiones. Estás conociendo a alguien nuevo y compartiendo aspectos muy personales de tu vida. La confianza se construye poco a poco. Lo más importante es que sientas que puedes hablar libremente y que estás siendo escuchada con respeto. Si algo te incomoda o no estás segura, puedes expresarlo: el espacio terapéutico debe adaptarse a ti, y no al revés. No hay compromisos forzados, todo se puede conversar.
WhatsApp us